La idea de que
algo vale la pena lleva implícito que hay una pena que superar, una pena que
vivir, una pena que sopesar en el contexto de una situación. Las situaciones
pueden ser de diversa índole pero cuando se trata del plano emocional, el peso
de un “vale la pena” se hace mayor. Una relación
amorosa donde uno tiene que sobrellevar una pena es sostenible siempre y cuando
esa pena sea menor que el gozo, que la alegría de vivir que esa relación nos
genera. Ser consciente de este fino
equilibrio es un gran desafío que no siempre se presenta de manera clara en la
vida.
Generalmente nos
embarcamos en una relación desde un inicial enamoramiento…pero ese
enamoramiento tiene que ver más con nosotros, con lo que nosotros proyectamos
en esa nueva persona, las cosas que queremos, que nos gustaría esa persona
tuviera, fuera o nos devolviera. Es un
momento mágico pero breve…la verdadera naturaleza de una relación se manifiesta
luego con la aparición del verdadero amor. Ese amor tiene que ser una construcción
de a dos, donde los dos crean en que es posible amar, donde cada uno levante
sus velos personales y demuestre su verdadera naturaleza, desde la honestidad y
transparencia de sentimientos y desde un deseo legitimo de exponerse a una relación
fundada en el amor. Porque por supuesto
todo inicio de relación es como una ruleta, un juego de azar…donde la certeza
no existe…pero este juego llama a apostar a todo o nada si uno realmente quiere
ganar, vivir a pleno…sino de otra manera uno podrá sostenerse en el juego pero
nunca habrá de ganar el gran premio…siempre tendrá que contentarse con pequeñas
ganancias, sinónimo de una vida amorosa opaca. Por eso, si uno quiere un amor verdadero,
tiene que jugársela, tiene que apostar por ello, no hay medias tintas.
La vida nos lleva
por diversos caminos y en muchas ocasiones nos entregamos a un amor de a dos,
donde todas las señales son correctas, donde creemos que hemos elegido bien,
donde nos comprometemos de por vida.
Grande resulta la sorpresa cuando de repente toda esa construcción se
desvanece en un abrir y cerrar de ojos. ¿Habíamos
elegido bien? Muchas veces resulta difícil llegar a una conclusión
definitiva. Esto tiene que ver con que
por lo general nuestras decisiones estaban basadas en una experiencia y
elementos que claramente nos indicaban que la decisión era correcta. Resulta probable que muchos de esos elementos
luego se modifiquen como se transforma con el tiempo la persona amada…somos
seres en movimiento…la vida se mueve, nuestras emociones se mueven, nuestros
deseos se mueven….difícil saber si era lo correcto, difícil estar seguro que
uno no volverá a elegir “erradamente”…quizás no tenga sentido enfrascarse en
esa pregunta y sea más sabio ser fiel a uno mismo y sostenerse en como uno
percibe la vida, al fin y al cabo es nuestra vida.
Fieles a nuestros
deseos de encontrar ese verdadero amor de repente nos encontramos inmersos en
una nueva relación en la cual decidimos creer, apostar, soltarle las riendas a
nuestro corazón dado que es la única manera en que concebimos nuestra
existencia. Nuevamente el gran desafío
es haber encontrado a una persona que coincida en ese proyecto de a dos…sin titubeos,
con decisión, creyendo en que la construcción de un nosotros es posible. A veces no resulta claro el camino y uno
desconoce si esa nueva persona está realmente decidida a compartir un camino
codo a codo. Así hay momentos donde las
cosas se encauzan y parece que esto es posible.
Estos son los momentos de profundo gozo, los que hacen que uno crea que la
vida te sonríe, y donde te invade una sensación de renovada juventud. Sin embargo en muchos casos luego vienen esos
momentos grises, confusos, donde uno se plantea la pregunta ¿vale la pena? porque
esa pena duele, paraliza, nos entristece…a veces con la misma o mayor intensidad
que ese gozo profundo que nos hace sentir vivos, plenos.
La trampa es que en
muchas ocasiones las señales son confusas…y la promesa de disfrutar nuevamente
de esos momentos de plenitud actúa como un motor que nos impulsa a seguir, a
fortalecer nuestro compromiso con el amor, a redoblar la apuesta, desde la
ingenuidad de creer que al hacerlo aumentarán nuestras posibilidades de llegar
a un puerto donde el amor correspondido nos dé la paz que tanto anhelamos. En el camino sufrimos, reímos, lloramos,
besamos, hacemos el amor, disfrutamos y nos aferramos a ese amor que tanto nos hace
sentir vivos. La resiliencia que
desarrollamos en la vida sin lugar a dudas
nos ayuda a sostener los momentos de crisis, y a veces sin encontrar una
explicación del como, nos valemos de una energía que surge desde nuestro deseo más
profundo que nos mantiene a flote, nos permite sostener esa complicada relación.
El miedo y el deseo sin lugar a dudas
son los grandes motores de las pasiones humanas.
Pero un día la
respuesta a la pregunta de si “vale la pena” se presenta más clara que lo
normal y nos damos cuenta que ya no existe un balance sano en la relación que
transitamos…que los momentos de pena son mayores, más profundos, con mayor
frecuencia, que nos hacen daño de especial manera…que hagamos lo que hagamos la
situación no se modifica…que no está en nuestras manos lograr alcanzar ese
anhelado equilibrio emocional…un balance que solo es posible cuando hay una
entrega por parte de ambos miembros de una pareja…un deseo de creer en el amor,
las ganas de sostener un nosotros amoroso…cuando eso no existe, mientras más
ponemos en esa relación, mayor es la pena…y la angustia de la incertidumbre se
transforma en una daga filosa que nos penetra…generando ese jodido vacío en el estómago. Es allí cuando resulta bien claro que el único
camino es salir, dejar atrás ese amor, ese deseo, y sostener el dolor de la pérdida,
atravesar el largo túnel del duelo…hasta que una vez más lleguemos al otro
extremo de ese túnel donde brilla el sol y donde creer en el amor vuelva a tener
sentido, nos empuje nuevamente hacia la vida.
La vida solo se mueve hacia
adelante…no hay otra dirección…así que no hay otra opción más que avanzar.
Por eso la
pregunta ¿vale la pena? cuando del plano emocional se trata es tan importante aunque no siempre nos resulte claro saber si ese fino equilibrio habrá finalmente de
sostenernos en el amor o hundirnos en la pena. Lo que sí está claro es que uno nunca debe
perder su centro y entregar su dignidad…esta última no es negociable.
Bariloche, Agosto 2018
Triste, bello y cierto amigo del alma! Abrazos!!!
ReplyDeleteGracias Vale querida...amiga del alma :)
ReplyDeleteUn monólogo muy bien escrito sobre un tema muy real que nos toca a todos. Ciertamente, respondernos esta pregunta no resulta siempre fácil, sobretodo cuando nuestras emociones nublan nuestro entendimiento.
ReplyDeleteGracias Susi por tus amables palabras...viniendo de alguien que escribe y muy bien, me halagan las mismas. un beso grande
ReplyDeleteMuy buenas palabras. Abrazo amigo!!!
ReplyDeletequien sos? me aparece como unknown...
ReplyDeleteBubu,gracias por tus palabras.Hace tiempo leí un libro muy recomendable "El amor después delos 40"de Sergio Sinay.Un acercamiento a una visión "realista" del amor.Abrazo
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ReplyDeleteGracias Graciela. Nuevamente muchas gracias...y me parece muy interesante este libro..lo buscare. un beso
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