Tuesday, August 7, 2018

Vale la pena


La idea de que algo vale la pena lleva implícito que hay una pena que superar, una pena que vivir, una pena que sopesar en el contexto de una situación. Las situaciones pueden ser de diversa índole pero cuando se trata del plano emocional, el peso de un “vale la pena” se hace mayor.  Una relación amorosa donde uno tiene que sobrellevar una pena es sostenible siempre y cuando esa pena sea menor que el gozo, que la alegría de vivir que esa relación nos genera.  Ser consciente de este fino equilibrio es un gran desafío que no siempre se presenta de manera clara en la vida.

Generalmente nos embarcamos en una relación desde un inicial enamoramiento…pero ese enamoramiento tiene que ver más con nosotros, con lo que nosotros proyectamos en esa nueva persona, las cosas que queremos, que nos gustaría esa persona tuviera, fuera o nos devolviera.  Es un momento mágico pero breve…la verdadera naturaleza de una relación se manifiesta luego con la aparición del verdadero amor. Ese amor tiene que ser una construcción de a dos, donde los dos crean en que es posible amar, donde cada uno levante sus velos personales y demuestre su verdadera naturaleza, desde la honestidad y transparencia de sentimientos y desde un deseo legitimo de exponerse a una relación fundada en el amor.  Porque por supuesto todo inicio de relación es como una ruleta, un juego de azar…donde la certeza no existe…pero este juego llama a apostar a todo o nada si uno realmente quiere ganar, vivir a pleno…sino de otra manera uno podrá sostenerse en el juego pero nunca habrá de ganar el gran premio…siempre tendrá que contentarse con pequeñas ganancias, sinónimo de una vida amorosa opaca.  Por eso, si uno quiere un amor verdadero, tiene que jugársela, tiene que apostar por ello, no hay medias tintas.

La vida nos lleva por diversos caminos y en muchas ocasiones nos entregamos a un amor de a dos, donde todas las señales son correctas, donde creemos que hemos elegido bien, donde nos comprometemos de por vida.  Grande resulta la sorpresa cuando de repente toda esa construcción se desvanece en un abrir y cerrar de ojos.  ¿Habíamos elegido bien?   Muchas veces resulta difícil llegar a una conclusión definitiva.  Esto tiene que ver con que por lo general nuestras decisiones estaban basadas en una experiencia y elementos que claramente nos indicaban que la decisión era correcta.  Resulta probable que muchos de esos elementos luego se modifiquen como se transforma con el tiempo la persona amada…somos seres en movimiento…la vida se mueve, nuestras emociones se mueven, nuestros deseos se mueven….difícil saber si era lo correcto, difícil estar seguro que uno no volverá a elegir “erradamente”…quizás no tenga sentido enfrascarse en esa pregunta y sea más sabio ser fiel a uno mismo y sostenerse en como uno percibe la vida, al fin y al cabo es nuestra vida.

Fieles a nuestros deseos de encontrar ese verdadero amor de repente nos encontramos inmersos en una nueva relación en la cual decidimos creer, apostar, soltarle las riendas a nuestro corazón dado que es la única manera en que concebimos nuestra existencia.  Nuevamente el gran desafío es haber encontrado a una persona que coincida en ese proyecto de a dos…sin titubeos, con decisión, creyendo en que la construcción de un nosotros es posible.  A veces no resulta claro el camino y uno desconoce si esa nueva persona está realmente decidida a compartir un camino codo a codo.  Así hay momentos donde las cosas se encauzan y parece que esto es posible.  Estos son los momentos de profundo gozo, los que hacen que uno crea que la vida te sonríe, y donde te invade una sensación de renovada juventud.  Sin embargo en muchos casos luego vienen esos momentos grises, confusos, donde uno se plantea la pregunta ¿vale la pena? porque esa pena duele, paraliza, nos entristece…a veces con la misma o mayor intensidad que ese gozo profundo que nos hace sentir vivos, plenos.  

La trampa es que en muchas ocasiones las señales son confusas…y la promesa de disfrutar nuevamente de esos momentos de plenitud actúa como un motor que nos impulsa a seguir, a fortalecer nuestro compromiso con el amor, a redoblar la apuesta, desde la ingenuidad de creer que al hacerlo aumentarán nuestras posibilidades de llegar a un puerto donde el amor correspondido nos dé la paz que tanto anhelamos.  En el camino sufrimos, reímos, lloramos, besamos, hacemos el amor, disfrutamos y nos aferramos a ese amor que tanto nos hace sentir vivos.  La resiliencia que desarrollamos en la vida sin lugar a dudas  nos ayuda a sostener los momentos de crisis, y a veces sin encontrar una explicación del como, nos valemos de una energía que surge desde nuestro deseo más profundo que nos mantiene a flote, nos permite sostener esa complicada relación.  El miedo y el deseo sin lugar a dudas son los grandes motores de las pasiones humanas.

Pero un día la respuesta a la pregunta de si “vale la pena” se presenta más clara que lo normal y nos damos cuenta que ya no existe un balance sano en la relación que transitamos…que los momentos de pena son mayores, más profundos, con mayor frecuencia, que nos hacen daño de especial manera…que hagamos lo que hagamos la situación no se modifica…que no está en nuestras manos lograr alcanzar ese anhelado equilibrio emocional…un balance que solo es posible cuando hay una entrega por parte de ambos miembros de una pareja…un deseo de creer en el amor, las ganas de sostener un nosotros amoroso…cuando eso no existe, mientras más ponemos en esa relación, mayor es la pena…y la angustia de la incertidumbre se transforma en una daga filosa que nos penetra…generando ese jodido vacío en el estómago.  Es allí cuando resulta bien claro que el único camino es salir, dejar atrás ese amor, ese deseo, y sostener el dolor de la pérdida, atravesar el largo túnel del duelo…hasta que una vez más lleguemos al otro extremo de ese túnel donde brilla el sol y donde creer en el amor vuelva a tener sentido, nos empuje nuevamente hacia la vida. 

La vida solo se mueve hacia adelante…no hay otra dirección…así que no hay otra opción más que avanzar.

Por eso la pregunta ¿vale la pena? cuando del plano emocional se trata es tan importante aunque no siempre nos resulte claro saber si ese fino equilibrio habrá finalmente de sostenernos en el amor o hundirnos en la pena.  Lo que sí está claro es que uno nunca debe perder su centro y entregar su dignidad…esta última no es negociable.

Bariloche, Agosto 2018


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